viernes, 9 de abril de 2010

Entre el gusto y el gusto.



¿Quién pensaría encontrar entre el engaño e insuficiencia de las palabras describiendo imágenes de la simulación, una imagen de significaciones literales, tal como una opinión limpia de hipocresía?

Caminé dentro la exposición dedicada a René Magritte, localizando simulaciones, cuerpos incompletos, figuras que miran, rocas como universos, máscaras de lo evidente, lugares sin sitio ocupados por ausencias siempre presentes, rostros desnudos de sexo, apariencias contradictorias, ideas reflexivas sobre la concordancia de lo real con lo imaginario... Rompiendo la ley de los objetos y sus posibles relaciones o de su lugar en el espacio significante.

Todo se nos muestra evidente y a la vez incierto, todo permanece y cambia, cambia incluso estando fijo porque aquellas pinturas no permanecen inmóviles sino oscilan entre un juego de cierto-oculto donde no hace falta entender sino más bien permitirle a la obra expresarse dentro de nuestros pensamientos muchas veces limitados por el determinismo de lo establecido y lo entendible, obligándonos a realizar un claro esfuerzo por lo expresable.

Entre estas ideas reflexionaba de tanto en tanto hasta topar con una mirada franca, poco evasiva, llena de confrontación preguntándose un qué o quizá un cómo fuimos a parar dentro de un espacio donde sobran a veces las palabras, es más, aquellas estorban, obstaculizan el libre entendimiento entre una obra con el espectador, entre un espectador con la obra y entre ser con otro ser.

¿Qué podría significar nombrar una obra con una contradicción, con un sentido sin serlo, con una ley significante que al mismo tiempo permite e imposibilita el entendimiento? Quizá un encuentro, una amplia posibilidad de llegar al entendimiento ya que todos los elementos se encuentran ahí, a la vista, sin-ceros ¿Será sin ausencias, sin huecos, sin nada detrás? ¿El cero podría ser una unidad hueca? ¿Lo hueco casi siempre oculta? ¿Lo oculto miente? ¿La mentira se ha convertido en nuestra forma de vida?

Otra mirada: una coincidencia en describirla como una belleza turbia, contaminada, perversa. Incuestionablemente su cabellera larga y abundante, y, en muchas ocasiones rojiza. Su color de piel pone acento en la blancura, y no es nada infrecuente que sus ojos sean descritos como de color verde.

¿A quién te pareces personaje sin ausencia? Pocas cosas escucho en tu silencio; el sonido de tu sonrisa es más certero, inquieto, roba de ti la apariencia de la simpleza burda; las manos entre cruzadas, ocupadas… Sigo sin escuchar nada, estoy tranquilo, tranquilo en tú ira. Permaneces ahí, estás ahí. Ignoro la certeza, no sé cómo enfrentarla porque es atractiva la posibilidad de esa locura, de esa amenaza preventiva y franca.

Hablas de frente sin ambigüedades ni reservas, quizá sea el estar-en-el-mundo Heideggeriano la sensibilidad de tu implicación y pasión por las cosas. Encuentro una similitud entre la obra y tú: los dos muestran y ocultan, pero lo oculto no está escondido sino presto a la pregunta correcta, a la reflexión asertiva. Ahí está pero se escapa. Impermanencia. El tiempo te lleva, te rige, amenaza con el abandono. Cada día es un nuevo inicio. Has recogido tu imagen y es mejor que todas tus imágenes. Quiero aprender a escucharte, porque requiero de tu sinceridad, de esa crueldad explícita, del humor agrio de la negatividad de lo asertivo.

¿Me preguntan cuál obra me gustó más? Tú en el silencio, sin títulos ni medidas, ignorando totalmente de qué material estás hecha, en desorden cronológico, llena de significaciones, protegiendo tú espacio.

1 comentario:

  1. ¿Me preguntan cuál obra me gustó más? Este texto, diría. Y si me preguntan más, con seguridad afirmaría el último párrafo. "Tú en el silencio, sin títulos ni medidas, ignorando totalmente de qué material estás hecha, en desorden cronológico, llena de significaciones, protegiendo tú espacio"

    Bienvenido al mundo del blog, señor. Hacen falta escritores desde el alma.

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