martes, 5 de abril de 2011

Que se llama...


Me enamoré de ti aquella noche donde todo se me cayó a pedazos. Me ofreciste tu hombro frío y huesudo pidiéndome no llorar por un recuerdo mal querido, por aquella quien no supo ver más allá de sí misma, quien juzgo mí persona para después echarme la culpa de todo lo sucedido. Me enamoré y no supe cómo lo lograste, porque en aquel momento te desprecié y no quise verte a los ojos, ni siquiera darte una respuesta concreta acerca de nuestro futuro; futuro de nadie, pensamiento absurdo de quienes quieren planear y no saben entender que de un momento a otro todo se derrumba y habrá de inventarse de nuevo.


Eso me diste a entender, en tus suspiros hallé la frase: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, y me tendiste la mano, misma que rechacé por espacio de varios meses, pormenorizándote, alejándome de ti por cualquier medio, pero el mejor de ellos siempre fue con otras mujeres; ellas pasaban sin dejar rastro, me llenaban de besos, caricias, promesas y peticiones para quedarme más de un momento, para amanecer con ellas sin quererme escapar al primer rayo del sol introducido por algún rincón de las múltiples habitaciones donde destruía tu memoria en otros cuerpos, donde me alejaba de ti varias horas para luego regresar a tus brazos y que me consolaras sin ningún reproche.


No sabía apreciar tu belleza ¿Por qué te quedaste conmigo? ¿Por qué me besabas cálidamente si arrogante te daba la espalda en cuanto aparecía algún perfume seductor o alguna propuesta para sortear el abismo? Odie durante tanto tiempo tu presencia, tu silencio, tu manera de estar tan liviana; no lograba molestarte con nada, no lograba alejarte, ni siquiera emitías el más mínimo reproche a mis actos, muy al contrario, aparecías y todo se teñía de colores, me ayudabas a mantenerme en disciplina absoluta y me exhortabas a tomar mi cámara fotográfica para mostrarte mis locuras y teorías que habían estado deambulando en mi cabeza ¿Cuántas veces me felicitaste cuando logré pequeños resultados para demostrar mi propuesta gráfica? ¿Cuántas veces volvías con libros, copias, revistas o imágenes para motivarme, incansable en tu deseo de verme mejorar un poco? Cuántas…


Llevamos 2 años juntos… Hace apenas unos meses abrí los ojos, te miré atento y descubrí la razón de haberme enamorado de ti aquella noche donde todo terminó obligándome a reinventarme continuamente. Me pregunto si tus ojos siempre fueron tan hermosos y llenos de brillo, sí tu boca era tan fresca y dulce como ahora la percibo, si tu cuerpo siempre habrá sido tan cálido y si más bien aquella primera vez el muerto era yo.


Respiro en tu cuerpo lo mejor de mí. Me has dado tus mejores días como más pura e inquebrantable esperanza para mutar mi grandiosa negatividad y convertirla en un jardín de flores donde ahora me has dejado como jardinero y principal recolector de cada brote y/o flor madura, motivándome a encontrarle un mejor hogar fuera de nuestros dominios, donde alguien más pueda aprovecharlas y crear un paraíso individual para cada persona con la cual tenemos contacto.


Mírame… Estoy arrepentido, me toca abrazarte y procurarte. No sé por dónde empezar, no sé cómo devolverte todo este tiempo. Me has enseñado a amar y amarme, me brindaste lucidez y me protegiste de cada error al dejarme caer en cada uno de ellos para después reflexionar conmigo, hacerme consciente y prometerte no volver a caer en el mismo círculo que tanto daño me y nos hizo.


Déjame empezar con esta carta. Déjame tomarte de la mano. Déjame Soledad reivindicar tu nombre porfiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario