viernes, 15 de abril de 2011

UN RINCONCITO

UN RINCONCITO


Y va logrando


lo que sin dormir nada puedo


una sanación


por dentro y por fuera.




Ven


dame tu mano


y nos vamos corriendo con la muerte


hasta el zaguán que alberga


la casa donde vivías.



Vamos


que el camino al mercado


sigue siendo el mismo


pero cambió.




En mi sueño me quedé muda,


del enojo perdí la voz;


de mirarte no me pude mover,


pero no lloré.



Vámonos,


necesito un lugar pequeño


donde sentirme a salvo.




Ya tus brazos no me rodean,


ya tus manos no me agarran,


te vi en mi sueño


pero no me acuerdo qué paso,


te vi con él


y me sonreían estando juntos.



Debo juntar los cachitos de mí


una vez más,


estoy rota,


pegarme de apoco


para ser quien siempre soy,


pero todavía mejor.



Junto el coraje para pegar duro


y de frente,


tu me observas desde un rinconcito cálido


que tenes para ti


y para mi.


mAr



¿Se puede mirarse uno mismo en tercera persona recordando aquellos momentos en que esa persona que ya no soy yo se divertía y gustaba de momentos mejores? Siempre al término de cualquier ciclo sentimos como si nos despojaran de un pedazo de nosotros, nos fracturamos, nos dividimos y nos contemplamos frente a frente sobre aquel ser ahora desconocido y muchas veces anhelado ¿Cuándo se cierra un ciclo, queremos hacerlo o nos obligan? Dentro de los dos casos existe una perdida, y en ambos, pocas veces se pretende o se quiere dejarlo, son las circunstancias mismas las que nos obligan a repensar nuestras opciones y depurar, cual ropero viejo y saturado, lo necesario de lo acumulativo, lo vital de lo parcialmente muerto; pero el caso particular de obligarnos a cerrar un ciclo es más difícil de sobrellevar precisamente porque no fue nuestra decisión seguir adelante, no hubo preparación previa y nos obliga a ir más deprisa. Aquí es donde surge la mayor resistencia, el drama, los recuerdos insistentes y en la mayoría de los casos un sufrimiento directamente proporcional a la negación de aceptar una decisión que nos incluye y nos excluye al mismo tiempo.



Un rincón de nosotros, un espacio infranqueable y siempre en renovación nos mira desde algún lejano lugar, donde ya no estamos pero siempre regresamos por un poco de valor para comprender que tiempo atrás estuvimos sin “ese algo” y podemos seguir estando sin ello, a pesar de nuestra necia incomprensión y del reciente descubrimiento de la dependencia guardada hacia el exterior para procurar un pedazo de nuestra felicidad.



Mírame amor,


mírame y cerca tu recuerdo,


protégelo de ti misma,


porque sabrás descuidar la mala hierva del jardín,


porque las flores no crecen bajo el lodo.



Amor mírame,


y se la música de tu partida,


partituras de tu abandono,


notas altas de tus mentiras;


armonía de nuestra opera prima.



Derrocha nuestra porfía,


desgana nuestra agonía.


Ve porque no miras,


que en tu decisión te llevas mi dicha.




Cierra el ciclo de una ves,


pues te robaran tu recuerdo;


quizá no, ninguna otra mujer,


pero sí el amor del niño que llevo dentro.



T.O.N.A.



No hay comentarios:

Publicar un comentario