viernes, 26 de marzo de 2010

De las alas en los humanos

Luz de luna, eclipse a medio día. Un rito de noche, nueve figuras nocturnas transitando los pesares de un acontecer de altos precios. Cae un guerrero a media danza simulando en metáfora la magnanimidad de quien los guía y sostiene con su fuerza suprema. Nada es de ellos, todo es prestado, hasta ese cuerpo enérgico en movimiento constante tratando de recibir un poco de ti, de tu enormidad.

¿Cómo, en la mortalidad, podemos ser guías de tu palabra si nosotros mismos somos debilidad humana? Ellos dazan, otros enfrentamos con nuestras manos sagrando y nuestro corazón seco, cada energía negativa para su mutación positiva; quedamos dañados, heridos, cansados en días de setenta y dos horas, jornadas completas, tiempo extra y guardia permanente. Parecemos estar solos en medio de neblina espesa o luz demasiado brillante ¿Será ceguera blanca? porque no miro nada y no estoy ciego, al contrario, hay colores, formas y texturas, pero conforman más una intución que una vísión, mostrándome fondos en vez de formas, intimidades en vez de personas...

Suenan tambores. Golpeando en incremento su vacío consiguen un ritmo fuerte y continuo. Una guerra anunciada en otra parte. Explotan cifras, masas densas, cuerpos vivos y mecanismos electrónicos. Deseos destructivos se alojan en los corazones más sanos, los amores se ahogan dentro de granos de sal, las amistades se funden confundiéndose entre sí para nunca más volver a ser uno y ninguno, camisas de fuerza para los conscientes... Sentado todo se funde y se desliza hacia los blancos, si cierro los ojos me salvo. ¡Que se me quemen las pupilas!

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